jueves, 8 de noviembre de 2012

¿El relato constituye sujeto?



A Dragor se le cayó la carta de las manos. Enseguida nos inundo la esperanza de que las letras negras se iban a caer del papel y de que sería suficiente barrerlas en la alfombra y olvidar todo.  Sin embargo, eso no ocurrió.
Atlas descrito por el cielo
Goran Petrovic

C
omo Dragor, los analizantes traen cartas. En ocasiones a modo de títulos, a veces los traen guardados en los bolsillos, a veces no saben cómo jugarlos o algo de ello falló, falto, no le alcanzó, se quebró o desacordó; en otras ocasiones las letras de las cartas las traen inscriptas en el cuerpo. Les hablan y no reconocen su propia voz, las ven pero no las leen. Son sujetos de esas cartas que vuelan y los colocan valla a saber dónde, aquí, allá o aculla…

En un análisis, es a través del dispositivo sostenido por la regla fundamental y el amor de transferencia que la cosa marcha, que el vuelo de las cartas -que en ocasiones aparecen como robadas- al entrar al dispositivo sean dispuestas para ser leídas, ahí, en su relato, hace aparición al tiempo que desaparece nuestro sujeto ¿Cómo es esto posible?


No es un ente, no es idéntico a él mismo, no es un agente, se confunde con el alma de los griegos que Rohde investigo pero no es, no es uno de unidad, no es…, se desliza por la superficie del lenguaje pues es éste el que efectúa aquel. Las palabras cosifican, entifican, la palabra mata la cosa pero también organiza el mundo, las palabras lo que están haciendo es excluir al sujeto que es supuesto por la exclusión que lo nombrado le afecta: si es efecto no puede sino ser puro devenir, el sujeto en tanto eclosión –diría Lacan- en el relato, en el hablar.

Veamos. El lenguaje dice Lacan en una conferencia de 1967 tiene una función: hace el sujeto. El lenguaje es una estructura que en tanto tal está fundada por series heterogéneas (en cuanto a lugar en el discurso, significante / significado) con elementos homólogos (palabras) que operan por su combinatoria en un convergente que es el diferenciante de ambas series la cual sin este lugar a titulo de vacio-convergente no hay estructura (Deleuze le llama “casilla vacía”). Un significante es lo que los otros significantes no son nos dice Lacan, en tanto un significado es una articulación del significante que pasa a estar en el lugar del significante y entonces un significante es un significante en el lugar de significado formando así unos nudos en cadena significante concatenados por -expongámoslo así- una casilla vacía. Entonces el significante significa algo solo en relación con otros significantes, haciendo de dicha cadena un discurso y dando lugar a un efecto de sentido una vez emitiéndose –recalco: efecto de sentido que no es lo mismo que sentido-, digamos, al hablar, por la combinatoria de las palabras.

Con esto vemos que el significante es el representante de la ausencia de representación  (Rubinsztejn 2011 Transmisión oral) ¡he aquí la localización del sujeto! Se presenta pero no se representa, por ello su condición de supuesto. Si se le puede ubicar es por un modelo topológico en relación al saber cuando la verdad habla. A través de su división y de corte en el discurso.

De manera lúdica expondremos nuestra lectura: “la quiero matar” coloca a quien dijo ese dicho en un lugar; “la quiero matar a besos” coloca a quien dijo ese dicho en otro lugar distinto del dicho anterior. Esto no significa otra cosa que la posición del hablante no es sino en devenir y sancionado por el Otro. Punto de capitón que hace del significante un carácter creacionista en su discurrir que hace de ello en transferencia nuestra posibilidad de intervenir. “Quiero matar a besos a mi mujer”, el que dijo éste tercer dicho hace, además, de él el hombre de una mujer. Observamos  que el dicho hace al que lo dijo un otro, característica que determina al hablante un lugar, lugar determinado por el Otro.

De acá la formulación de Lacan de que el significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, hace que el sujeto siempre navegue entre significantes queriéndose hacerse representar sin lograrlo, sin unicidad, escisión que causa su constitución en el lugar del Otro. Una indeterminación en la determinación que nos determina, que nos posiciona en el mundo sin saber a cuestas de saberlo: decimos más de lo que dijimos y menos de lo que queremos decir.

Dispositivo dialectico es el nuestro: los analizantes traen sus cartas y es en el despliegue de narrar su vivir que hacen circular los discursos. La narración hace en el analizante una posición ante una escena que repite en el dispositivo (transferencia) con relación al saber, navegando en la superficie del lenguaje es que se producen lecturas de eclosiones en sus dichos y actos en sus traspiés, en sus deslices, en sus detenciones, en sus modos, en ciertas formaciones en general llamadas del inconsciente: es por eso que el sujeto es siempre en devenir y efecto … de la verdad que lo causa en su decir de lo que está diciendo. Nunca es previo.

Esta condición del sujeto hace una diferencia: las formaciones del inconsciente carecen de sentido, llamémosle previo, como lo es todo sentido; y hacen de dichas formaciones un efecto de sentido. De aquí leemos que Lacan parafrasee a Freud:

“Wo es wer, soll ich werden que vuelvo a traducir, una vez más, acentuándolo aquí: allí donde ello era, allí como sujeto debo advenir yo”[1]

Solo queremos apuntar a un detalle, el “como” de “como sujeto” marca un “a la manera”. ¿Vale decir a la manera de sujeto es que venimos adviniendo? ¿Es el sujeto una operación jugada por la experiencia del análisis y constituida por el relato? -¿Operación?- Ya lo veremos...

De tal forma las letras de las cartas van cayendo…
LUIS M. LASCANO          
luis.m.lascano@gmail.com



[1] Lacan, J.; “La ciencia y la verdad” (1965); En Escritos 2; 2° Edición Buenos Aires; Siglo Veintiuno Editores, 2010; Pp. 821

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