El pasado viernes, tuve la oportunidad de ir al cine a ver
la nueva película de James Bond; 007 Skyfall.
En lo personal, ir al cine con algún
buen acompañante y disfrutar de un vaso
de palomitas de maíz y un refresco
grande, es uno de los paseos de fin de semana que más disfruto. Como amante
de todo tipo de películas, entre ellas las de ciencia ficción, era impensable
no asistir a observar en acción al agente 007.
Debo admitir que por 140 minutos puede olvidar lo que pasaba
en el mundo, entrar en la historia y seguir las aventuras de Bond. Skyfall
es la película 23 de la saga James Bond y la tercera protagonizada por Daniel
Craig en el papel del agente secreto más famoso del cine, rindiendo homenaje a
los 50 años de la primera aparición en la gran pantalla.
Como icono de la
cultura pop, por más de medio siglo, el recorrido que James Bond ha llevado a cabo
desde que Ian Fleming lo hiciera protagonista de su novela
“Casino Royale” hasta hoy, ha supuesto un trayecto mutante en el que las formas
de esa cultura han modelado una figura llamada a ser encarnación de toda clase
de fantasías masculinas.
En éste sentido, la película está llena de pequeños guiños al
pasado. Nos presenta un Bond que renace después de una mala jugada en el campo
y que, como en el resto de sus aventuras, rápidamente se convierte en el héroe
que lo soluciona todo.
Desde mis recuerdos, el personaje de Bond ha sido siempre un hombre atractivo, con facilidad para las mujeres y para terminar primero en las persecuciones y escenas de acción. Siempre acompañado de un equipo profesional y tecnológico de primera categoría, incluso muy adelantado a lo que nos podríamos imaginar. Sin embargo, el último Bond se sirve de lo clásico, retorna a lo ya conocido para hacer con esto algo nuevo.
Así, observamos que la ya muy conocida fórmula Bond se
repite: una mujer hermosa, un malo que amenaza con acabar el mundo, unos
cuantos gadgets tecnológicos, algunas escenas de acción y algunas otras eróticas y por supuesto un final en el que
Bond sale librado de los avatares presentados. En éste sentido, ¿qué es lo que
nos hace seguir viendo las películas del agente 007?
A mi parecer una de las propuestas más atractivas de ir al
cine a ver a Bond, es observar la cantidad de tecnología que ahí se nos
presenta. La modernidad y la ciencia en su más alta gama.
Es posible ubicar que
se toma como fecha del nacimiento del cine el 28 de diciembre de 1895, cuando
los hermanos Louis y Auguste Lumière ofrecen la primera exhibición pública de
su cinematógrafo en París. En éste mismo año Freud en colaboración con Breuer
escribe sus “Estudios sobre la histeria”, texto considerado inaugural de un
nuevo método terapéutico basado en la palabra; el psicoanálisis.
El cine y el psicoanálisis; no
por casualidad nacieron en el mismo año: 1895. Ambos son gestación del discurso de la
modernidad y efecto del avance de la
ciencia que propone un progresivo control del mundo de los objetos. En éste
sentido, para Lacan el surgimiento del psicoanálisis habría sido impensable si no
hubiera tenido lugar el nacimiento de la
ciencia en la Edad Moderna y con ésta,
la noción de sujeto.
El cine como el psicoanálisis,
intentan tocar algo de la verdad, no la dicen sino que la escriben
y la señalan, siempre a medias. Sin embargo, más allá de sus afinidades, el
cine y el psicoanálisis se bifurcan; mientras el cine dicta historias en imágenes,
crea un mundo cercado por una pantalla a la vista del observador y construye
los avatares del deseo de los sujetos. El
psicoanálisis más bien señala la imposibilidad de hacer una historia terminante,
delimitada y siguiendo a Lacan; señala
que no somos solamente observadores del espectáculo del mundo, sino que estamos
también colocados en la posición de un objeto a ser mirado.
La ciencia en la actualidad se presenta
como un amo que puede arreglarlo, observarlo, cuantificarlo y controlarlo
todo, dejando por fuera al sujeto. Sin embargo, en su intento por
suturar la falla estructural producto del pasaje por lo simbólico, hay algo que
se le escapa, que va más allá de su control y que no tiene que ver con su
desarrollo. Es decir, por más que la
ciencia avance con nuevos saberes sobre el mundo, la naturaleza, el cuerpo
humano, el hombre, el universo, etc., siempre quedará un resto
inaprehensible por su discurso. Siempre habrá un nuevo problema que resolver y
será necesario el surgimiento de un héroe
que lo arregle todo.
Natalia Sladogna
natalia.sladogna@gmail.com
Como el cine nos cautiva...efectivamente creo que esa pantalla que despliega historias, efectos, horrores, romances, etc. nos van capturando, y hay algo en particular que hace que seamos capturados de formas diferentes.Esto es lo que para mi hace relación con el psicoanálisis, que hay algo en eso que se proyecta que nos hace a momentos ser parte de ciertas escenas, y es lo que hace que sea de alguna manera inagotable, diferente para cada uno. Desde ahí es que creo el cine aporta tanto, pues nos permite entrar en dimensiones de manera lúdica, apostar para entrar en el juego, cosa que no es para nada fácil, el no ser meramente espectadores. Vivir las diferencias, en ese espectáculo que se nos presenta, dejarnos llevar por la sorpresa...y si es con buena compañía mucho mejor...
ResponderEliminarEfectivamente, coincido contigo Lorena. El cine nos permite transportarnos, entrar en otras historias,épocas y hasta en otras dimensiones. Creo que desde ésta persepctiva, incluso el cine nos permite ser observadores del acontecer de un sujeto y por lo tanto, podemos, si queremos, tomar las historias ahí contadas como casos. Casos que muestran, más allá de si la película es o no una película de ficción, un realidad y algo, al menos una parte de una verdad; ya que la verdad nunca es toda, siempre es a medias. Y al final de cuentas, ¿no es la vida de cada uno un pequeño fragmento de una película, en donde cada escena puede ser vista desde diferentes álgulos?
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