viernes, 5 de abril de 2013

Dr. Freud ¿Porqué la guerra?. A propósito de las "maniobras militares y el "Estado de Guerra".



Dr. Freud ¿Porqué la guerra?

A propósito de las “maniobras militares” y el “Estado de guerra”.



D
espertamos este domingo de Pascua con una noticia internacional que el periódico La Jornada califica de <Anuncio> (La Jornada 31/03/13 “Anuncia Corea del Sur nuevos ejercicios militares con Estados Unidos"), el diario El Pais suscribe una nota en donde Corea del Sur hace un <Anuncio> (EL País 31/03/13 “Corea del Sur anuncia nuevas maniobras militares con EE UU para abril”) y en Clarin aparece una nota citando (Clarin 31/03/13 “Norcorea: “Estamos al borde de una guerra nuclear”””). Una calificación, una descripción y una cita: cada una de las notas en su desarrollo muestran la fuerza de las palabras que construyen un cierto panorama  en torno a un evento de estado latente -¿que late?-. El discurso arma la escena. A través del envés de ese armado nos movemos, para muestra un botón: La Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina –entre otros informantes- publicó que:
Mientras, informaciones divulgadas en internet citaron a un experto del Centro de estudios Coreanos del Instituto ruso del Extremo Oriente, Evgueni Kim, quien afirmó que la llamada declaración de guerra de la RPDC a Surcorea fue un error en la traducción.
Kim afirmó que el texto original de Pyongyang precisó que en caso de "provocaciones  enemigas, la RPDC reaccionará de acuerdo con las leyes de tiempo de guerra", algo diferente a los divulgado ampliamente en medios mediáticos occidentales.
Así, lo que el pasado sábado treinta de marzo se publicó como una declaración de “Estado de Guerra” queda en otro lugar y los efectos de dicha declaración son muy otros. No nos interesa suscribirnos en razón de una “verdad” o una certeza de una traducción, sino más bien destacar como el discurso arma una escena u otra escena u otra muy diferente y que en función de ello hay efectos materiales y emocionales y operatorios y … diversos. Esa otra traducción de la que escribe Prensa Latina divulgada como dice en occidente hubiese efectuado otra acción que la de repudio de la que en Pagina 12 leemos (Pagina 12 31/03/13 “Repudio mundial a la amenaza norcoreana”) y de esta manera se hubiesen -como dice Austin- hechos otras cosas con las palabras.

Estos diarios hablan de amenazas, advertencias, retorica bélica y colocan a lo que hablan en el orden del anuncio. ¿Qué anuncian? ¿A quién dirigen sus anuncios? ¿De que enunciación emergen esos anuncios? Acompañados de Sigmund Freud hacemos una lectura del mensaje que en el anunciar en su denotación de hacer saber algo, se transmite: una mostración de fuerzas.

El 30 de Julio de 1932 Albert Einstein escribe una carta dirigida a Sigmund Freud consultándole a través de varias preguntas ¿Porqué la guerra?. (Para tener acceso a la carta de Einstein, hacer clic aquí.)

La primer pregunta desplegada en la carta pública dice “¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?”. Es un cuestionamiento que no podemos dejar de resaltar que, su pregunta, tiene una certeza entre líneas que forma un axioma: la guerra, para Einstein, está inscrita en el mismo orden que lo humano. Einstein no pregunta cual camino tomar para evitar guerras, no pregunta si acaso hay caminos para evitarlas; pregunta puntualmente si hay un camino para evitar a la humanidad de unos ciertos estragos. Y escribo que las coloca en el mismo orden (la guerra y la humanidad) para no decir que la una es inherente de la otra y naturalizar algo que no es natural, sino para querer decir que donde hay humanidad, hay guerra.

Y es que Freud toma ese costado no sin retomar las palabras de Einstein y hacerles una operación:
Comienza usted con la relación entre el derecho y el poder: he aquí, por cierto, el punto de partida más adecuado para nuestra investigación. ¿Puedo sustituir la palabra «poder» por el término, más rotundo y más duro, «fuerza»? Derecho y fuerza son hoy, para nosotros, antagónicos, pero no es difícil demostrar que el primero surgió de la segunda, y retrocediendo hasta los orígenes arcaicos de la Humanidad para observar cómo se produjo este fenómeno, la solución del enigma se nos presenta sin esfuerzo.
Al hacer dicha sustitución lo que hace es poner de relieve que en algo realizado para significar fuerza, produce efectos imaginarios de poder.

Freud se dirige dirige evolutivamente en la humanidad para dar cuenta de dicha sustitución y convoca a un origen:
Al principio, en la pequeña horda humana, la mayor fuerza muscular era la que decidía a quien debía permanecer alguna cosa o voluntad de quien debía llevarse a cabo. Al poco tiempo la fuerza muscular fue reforzada y sustituida por el empleo de herramientas: triunfó aquel que poseía las mejores armas o que sabía emplearlas con mayor habilidad. Con la adopción de las armas, la superioridad intelectual ya comienza a ocupar la plaza de la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: por el daño que se le inflige o por la aniquilación de sus fuerzas, una de las partes contendientes ha de ser obligada a abandonar sus pretensiones o su oposición.

Con Freud  leemos que quien poseía las mejores armas aparecía entonces como quien tenía mayores fuerzas y por ende, efectos de poder. Sin embargo lo que leemos ahora es que esas armas no están siendo utilizadas inflingiendo daño o aniquilando al contendiente, si no realizando pruebas y mostrándolas, realizando una imagen de fuerza es que se pretende conseguir el objetivo, obligar a una de las partes a abandonar sus pretensiones o su posición: el desarrollo nuclear por una parte, los ejercicios militares en conjunto por la otra, ambos objetivos consistiendo en un formato paranoico de ligar la información, y es que como Freud situó, al adoptarse la superioridad intelectual se adopta con ello la cualidad de saber escoger entre varias opciones, de leer en los intervalos –como la etimología lo inscribe- de leer entre líneas, vale decir, de ligar signos. Y es porque un signo es algo para alguien que, las imágenes que suponen fuerza suponen para el que las percibe la percepción paranoica de estar dirigidas y operar en función de esa percepción, introduciendo así un ataque que no ha sido pero operando bajo el puede ser cuando no se sabe, así se construye una guerra en nombre de una seguridad… invasiones por informaciones “falsas” y “presuntas”, así se ve armamento peligroso donde después no se encuentra -sólo basta recordar el 2003-. Hay detalles, cosas, objetos, eventos, dichos y más que hacen signo, éstas son leídas por alguien y tomadas en cuenta para operar, un detalle puede pasar desapercibido para alguien y para otro no, ese mismo detalle puede significar algo para alguien y para otro no, se detalle puede percibirse como dirigido y para otro no, pero, al cabo, la personalidad y lo entendido por paranoia como forma de operar tienen más que una relación.

Freud en esa carta nos deja entrever algo que no es armónico con el discurso de la seguridad en nombre del bien común, y es que, el hecho de tener consideración a la vida de un enemigo es útil, lo introduce en el orden de un objeto funcional: la utilidad del otro, un rasgo perverso de quien a través de una percepción paranoica utiliza la mostración de fuerza para subyugar:
Este objetivo se alcanza en forma más completa cuando la fuerza del enemigo queda definitivamente eliminada, es decir, cuando se lo mata. Tal resultado ofrece la doble ventaja de que el enemigo no puede iniciar de nuevo su oposición y de que el destino sufrido sirve como escarmiento, desanimando a otros que pretendan seguir su ejemplo. Finalmente, la muerte del enemigo satisface una tendencia instintiva que habré de mencionar más adelante. En un momento dado, al propósito homicida se opone la consideración de que respetando la vida del enemigo, pero manteniéndolo atemorizado, podría empleárselo para realizar servicios útiles. Así, la fuerza, en lugar de matarlo, se limita a subyugarlo.
Se hace ver un “propósito homicida” para atemorizar en nombre del respeto a la vida del enemigo y así subyugar, se toma al Derecho para manejarlo en nombre de la seguridad del bien común y lo que efectúa, al cabo, no es una obligación a “abandonar sus pretensiones o posición” como Freud dice de la guerra, sino más bien a adoptar por muestras de fuerza una posición y unas pretensiones. Un juego que crea subjetividades y afecta colectividades. “Por consiguiente, -escribió Freud- ésta es la situación original: domina el mayor poderío, la fuerza bruta o intelectualmente fundamentada.”

Sin embargo, el paso de la fuerza al Derecho es un efecto de unión, de vínculo frente al mayor poder o fuerza bruta y es que, como sabemos, el poder o el mayor poderío no es Todo el poder, un estado totalitario cojea y los que se investían de poder caen:
Pero es preciso que se cumpla una condición psicológica para que pueda efectuarse este pasaje de la violencia al nuevo derecho: la unidad del grupo ha de ser permanente, duradera.
Al tiempo, lo que resquebraja una unidad grupal es la imagen atemorizadora de la fuerza, así, ésta condición psicológica que marca Freud para el pasaje de la violencia al derecho, es de a momentos más que permanente. El discurso del capitalismo que impulsa a la adopción de pretensiones y posiciones comanda a la imagen de fuerza hoy mientras que la fuerza de trabajo queda subyugada y colocada como objeto de utilidad, desechable y descartable. Esta condición respalda que el respeto a la vida y la imposición de la seguridad en nombre del bien común son otra cosa que lo que quieren decir en el panorama de los dimes y diretes del “estado de guerra” y de “las maniobras militares”.

El final de la primer pregunta que responde Freud a Einstein:
Aunque parezca paradójico, es preciso reconocer que la guerra bien podría ser un recurso apropiado para establecer la anhelada paz «eterna», ya que es capaz de crear unidades tan grandes que una fuerte potencia alojada en su seno haría imposibles nuevas guerras. 
Para acceder a la carta Publica, respuesta de Freud, dar clic aquí.



Luis Mendoza Lascano    
luis.m.lascano@gmail.com 


"Memorias de mi malestar nervioso" El testimonio del Dr. Schreber