sábado, 29 de junio de 2013

domingo, 2 de junio de 2013

Doming-arte: De un acto con ¡fuerza brutal!


El día de ayer tuve el gusto de presenciar el espectáculo llevado a cabo en el Centro Cultural Recoleta de "Fuerza Bruta". Debo confesar que en un primer momento sentía una mezcla de emociones, entre felicidad por estar ahí, nervios y hasta un poco de angustia por lo que estaba a punto de acontecer. El show hace que el espectador esté a la espera. Todos sabíamos que algo grande estaba a punto de empezar, pero al menos yo no tenía una pista clara de qué.
¿Qué esperamos cada vez que se levanta el telón,
sino ese breve momento de angustia?
                                                         
                                                                -PRIMERA LLAMADA

 En su seminario "La angustia", Lacan nos indicará que es ese breve momento de angustia, previo a la apertura del telón en el teatro, el que después determinará el valor de la obra a la que estamos asistiendo.
¿Qué ocurre una vez que se levanta el telón? El primer acto ha comenzado. ¿Qué es lo que nos atrapa de ése momento previo? ¿Por qué sentimos angustia ante el comienzo del primer acto? ¿Qué relación guardan la angustia y el acto?

Entre los años 1962 y 1963, Lacan dedicará todo su seminario a hablarnos acerca de la angustia,  e indicará que su verdadera sustancia es lo que “no engaña”.  En éste sentido, la teoría de Lacan pasará de la idea de angustia como señal ante un peligro, a la dimensión estructural que ésta manifiesta, es decir su relación con el deseo.

Lacan nos dirá: “la angustia, de todas las señales, es la que no engaña. De lo real, pues, del modo irreductible bajo el cual dicho real se presenta en la experiencia, de eso es la angustia señal”.

La angustia revela algo que el significante no puede, no se refiere al significante engañoso, que solamente se define en relación a otro significante y que se desplaza en la cadena, sino a la captura de un real por el afecto. “La angustia está amarrada a ese real de forma doble: es producida por él, y él es su referente inamovible, por así decir. De ahí la fórmula central del seminario: la angustia no es sin objeto”.

EL PROCESO DIAGNOSTICO Y SU RELACIÓN CON EL SÍNTOMA EN PSICOANÁLISIS.




La pregunta sobre el diagnostico surge de las diferentes miradas y opiniones que se escuchan en los salones de clase y en los pasillos sobre este tema en el psicoanálisis. No se encuentra una línea clarificadora y a veces se llega a entender que se le resta importancia al diagnostico en el dispositivo analítico.

En “introducción al método psicoanalítico”, Miller dice: “en nuestro medio cuando se habla de diagnostico se piensa en el diagnostico psiquiátrico, caracterizado casi siempre por una supuesta objetividad”[1]

Mi postura sobre el tema es mantener su valor e intentar ubicar de la mejor manera lo que se entiende sobre diagnostico en psicoanálisis, ubicarlo como un proceso. Un proceso en el cual nos ubicamos del lado del sujeto, es decir, un intento de rastrear la posición del sujeto ante su malestar, su posición de goce. La posición  ante aquello que lo avasalla.

I


En el texto “singular, particular, singular”, Lombardi aclara tajantemente la importancia de lo particular en el dispositivo analítico, además de la necesidad en el proceso diagnostico de situar el síntoma desde el sufrimiento singular y ubicarlo en sus categorías particulares.

Nos muestra cómo en la paranoia lo singular cosifica al sujeto en el sentido que se “siente objeto de deseos del Otro que lo perjudican”[2], donde su posición es de defensa, en tanto interpreta que el Otro quiere gozar de él, gozar de forma que no acepta y responde con su rechazo al lazo social. Su posición es radical en tanto su singularidad es vivida como tal, “dejando por fuera el registro tranquilizador del para todos”[3].

Por el contrario, en el neurótico este sentimiento de singularidad no lo alivia de sentirse víctima de lo universal, en el sentido de padecer constantemente a causa de los Otros encarnados en los padres, gobierno, esposa. En el neurótico, al contrario del psicótico, lo atormenta, lo cosifica la particularidad de su síntoma en tanto lo hace pertenecer a una clase.