La pregunta sobre el
diagnostico surge de las diferentes miradas y opiniones que se escuchan en los
salones de clase y en los pasillos sobre este tema en el psicoanálisis. No se
encuentra una línea clarificadora y a veces se llega a entender que se le resta
importancia al diagnostico en el dispositivo analítico.
En “introducción al método psicoanalítico”, Miller dice: “en nuestro medio cuando se habla de
diagnostico se piensa en el diagnostico psiquiátrico, caracterizado casi
siempre por una supuesta objetividad”[1]
Mi postura sobre el tema es
mantener su valor e intentar ubicar de la mejor manera lo que se entiende sobre
diagnostico en psicoanálisis, ubicarlo como un proceso. Un proceso en el cual
nos ubicamos del lado del sujeto, es decir, un intento de rastrear la posición
del sujeto ante su malestar, su posición de goce. La posición ante aquello que lo avasalla.
I
En el texto “singular, particular, singular”,
Lombardi aclara tajantemente la importancia de lo particular en el dispositivo
analítico, además de la necesidad en el proceso diagnostico de situar el
síntoma desde el sufrimiento singular y ubicarlo en sus categorías
particulares.
Nos muestra cómo en la
paranoia lo singular cosifica al sujeto en el sentido que se “siente objeto de deseos del Otro que lo
perjudican”[2],
donde su posición es de defensa, en tanto interpreta que el Otro quiere gozar
de él, gozar de forma que no acepta y responde con su rechazo al lazo social.
Su posición es radical en tanto su singularidad es vivida como tal, “dejando por fuera el registro
tranquilizador del para todos”[3].
Por el contrario, en el
neurótico este sentimiento de singularidad no lo alivia de sentirse víctima de
lo universal, en el sentido de padecer constantemente a causa de los Otros
encarnados en los padres, gobierno, esposa. En el neurótico, al contrario del
psicótico, lo atormenta, lo cosifica la particularidad de su síntoma en tanto
lo hace pertenecer a una clase.
Es así como podemos decir que en el proceso diagnostico, donde se puede encontrar la clasificación del neurótico, se hace necesario buscar también su reacción singular sintomática a eso que siente el neurótico de particular en su síntoma. Se encuentra en un medio de las cosas, donde advierte que su síntoma “es algo suyo pero también ajeno”[4], que la sola consulta con un analista representa esa sensación de suyo-ajeno, representa, en la demanda una búsqueda de ayuda de algo que le pasa a él y que intuye está en su interior pero que solo puede encontrar en lo ajeno, en el afuera, en el otro que lo avasalla. En este sentido Lombardi dice: “El síntoma es algo extraño que lo habita desde hace algún tiempo, y el proceso mismo del diagnostico psicoanalítico tiene como función revelarlo en su extrañeza.”[5]
Vamos encontrando un poco
las coordenadas del proceso diagnostico, y su importancia en el dispositivo
analítico. Podemos afirmar ahora que en este proceso se intercala lo singular y
lo particular del síntoma, ubicando la posición del sujeto con relación a eso
que lo cosifica, a eso insoportable de lo cual reacciona.
Es sabido que encontrar en
el psicoanálisis una línea rectora sobre cualquier concepto o termino de su teoría
es casi imposible, de esto no se escapa el diagnostico. Se escuchas diferentes
posiciones donde algunas restan importancia y casi eliminan el diagnostico de
cualquier dispositivo analítico. Hablar de estructuras o de tipos clínicos, es
decir de lo partículas de los discursos va perdiendo importancia, se olvida, en
algunos momentos que eso particular o universal va de la mano con lo singular. “lo colectivo y lo individual son
estrictamente lo mismo”[6]
En este sentido, en el
proceso diagnostico situamos la singularidad del caso, lo inédito de su
historia, las características propias de lo que el paciente puede hacer con su
sufrir o con su placer. Se ubican sus respuestas, la vergüenza, su angustia, respuestas
a eso que lo cosifica.
Eso singular será ubicado en
lo particular, en las “categorías
freudianas –histeria, neurosis obsesivas, fobias, paranoia, etc.- que
interrogan seriamente.”[7] Se
interroga y se sitúa el síntoma en estas formas ya descritas, ya existentes.
Proceso donde el paciente tendrá un papel activo en tanto que será su
percepción la guía que muestra la relación de su padecimiento con eso
particular, permitiendo a su síntoma “dar
manifestaciones más nítidas y entonces más fácilmente elaborables”[8]
En este papel activo del
paciente sobre su proceso diagnostico se evita el encasillamiento y el ser
clasificado como algo ya sabido, se evita cosificarse. Por el contrario, se
hace necesario para ubicar su padecimiento subjetivo, se busca su
responsabilidad sobre su sufrimiento. Proceso de responsabilidad donde
inevitablemente presenta resistencias, su particularización reforzará lo opaco
del síntoma en la medida que el síntoma se siente “como un cuerpo extraño que sin embargo concierne al sujeto
íntimamente”[9].
Al respecto Lombardi cita a Lacan en su seminario de 1976 donde recuerda que el
síntoma en psicoanálisis “es lo que el
sujeto conoce de sí, sin recocerse en ello”.
El síntoma es entonces “ese punto de opacidad y de división que constituye
y da presencia a un ser irrepresentable para sí y también para el Otro.”[10]
Es la división del ser hablante que como efecto hace sujeto. En este sentido el
síntoma en si no se cura, pero la demostración de esto que se vive durante el
proceso diagnostico, que atraviesa el dispositivo por completo, es lo que
permite de algún modo hacer algo con él, arreglárselas con el síntoma. Hacer
algo con él en el sentido de que ha sido desmenuzado y puesto en la mesa,
demostrado que no depende del Otro o los Otros “sino del propio obrar.”
II
El proceso diagnostico en si
mismo conlleva efectos terapéuticos en tanto genera un nuevo posicionamiento
del sujeto sobre su padecer. En este encontrar la incurabilidad del síntoma, el
sujeto presenta la necesidad de hacer algo con él, sino esta demostración de
incurabilidad resulta dolorosa.
Es así entonces como podemos
decir que el diagnostico en psicoanálisis se relaciona íntimamente con la
instalación de la transferencia, en tanto el síntoma es en trasferencia y el
analista se incluye en este campo, donde se permite que el síntoma se
manifieste más nítidamente. El analista como parte del síntoma del sujeto.
“El proceso diagnostico consiste en el
trabajo por el cual el analista se ubica
en el campo transferencial del paciente, para hacer posible desde allí una
manifestación más nítida del síntoma en tanto expresión de un saber inconsciente
que concierne y divide al sujeto que lo padece”[11]
El síntoma en análisis no es
dado ya desde el comienzo, es algo que se construye dentro del dispositivo en
un vinculo transferencial, donde el analista forma parte como uno de sus
elementos: “aquel a quien el síntoma en
tanto mensaje inconsciente está dirigido” [12]
El sujeto encuentra entonces
su determinación y su participación en la formación y manteniendo de su
síntoma. Pero debemos aclarar que dicha posición frete a su padecimiento es
diferente en el neurótico, el psicótico o el perverso.
Si pensamos que el síntoma se
vuelve nombre. Lacan en la clase 13 del seminario 12, nos recuerda la función
de la nominación y la existencia del nombre; dice que su importancia radica en “la sutura”, y que el modo en que se
hacen las suturas en las historias subjetivas “no se hacen en el mismo punto ni con el mismo fin en el psicótico, el
neurótico, el perverso”[13]
En este sentido y para recordar
un poco la diferencia estructural en los tipos clínicos, vemos como en la
psicosis se presenta un desgarramiento de la cadena de significantes donde “el significante del síntoma se encuentra en
lo real”[14],
desgarramiento que ubica al significante fuera de la cadena.
Esta ruptura, este
desgarramiento de la cadena, ubica al significante en lo real, los lazos del
significante se rompen y vemos en el psicótico como rompe así los lazos
sociales en tanto dependen del discurso. “es
entonces cuando el significante por sí solo deviene fenómeno de lenguaje y se
evidencia: como trastorno.”[15]
La importancia sobre el
encadenamiento del significante radica
en que silencia la voz, es decir, el significante como tal se vuelve inaudible,
donde el neurótico puede hablar sin escucharse[16],
el neurótico puede prestar atención a otra cosa, “a la significación que desliza entre los significantes”[17].
En la psicosis “el significante no está igualmente afectado
por la represión, si su mecanismo significante esta velado por los efectos de
significación. Cada uno de esos elementos significantes está desconectado del
resto, la ruptura de la cadena significante es manifiesta, es prevalente. A
diferencia de lo que pasa con los elementos olvidados o aislados en la
neurosis, aquí el contexto no es reintegrable por interpretación.”[18]
Sin perdernos en el texto,
volvemos al síntoma en tanto forma el eje central del diagnostico, aclarando
entonces como el síntoma no es el mismo en los diferentes tipos clínicos y así
afecta el establecimiento de la transferencia en el sentido que el analista no
ocupará el mismo lugar en el psicótico, el neurótico o el perverso, en tanto
que la estructura del lenguaje es afectada de diferentes formas.
El síntoma, como modo de
goce singular del sujeto del inconsciente se diferencia del malestar con el que
llega el paciente a consulta. La respuesta por ejemplo del sujeto neurótico
ante su encuentro con lo real del trauma es diferente en el obsesivo y en el
histérico. “la modalidad de respuesta ya
es un posicionamiento del sujeto respecto del Otro: pasividad en la histeria,
actividad en la obsesión.”[19]
Esta diferencia en la
relación del sujeto con el Otro o con su deseo tiene consecuencias sobre la
transferencia.
Por ejemplo en el sujeto
histérico el Otro es su punto de apoyo, es decir, la necesidad del Otro como
punto de apoyo de su deseo. En tanto el Otro es el punto de apoyo de su deseo,
se le presenta la necesidad de su destitución en la medida que el Otro está
ubicado en la “posición de poder
responder acerca de la verdad sobre el sexo que el sujeto histérico interroga”[20].
La destitución del Otro, que
el sujeto histérico apunta, es sobre el saber no sobre la falta en el Otro,
como es sabido, en la medida que algo de la falta en el Otro haga presencia, la
angustia captura al sujeto. Entonces lo que busca es poder ver la falta del
Otro, no la denuncia. Si es sobre el saber que la histeria trabaja, en la
transferencia vemos las consecuencias en tanto en algún momento el analista es
supuesto de saber, es un sujeto supuesto saber al cual el sujeto histérico
atacará en tanto no puede soportar su petulancia. Una posición diferente es
exigida al analista.
La posición en el obsesivo
se diferencia en tanto que su relación con el Otro es de destrucción, dado que
el punto de apoyo para su deseo “lo hará
pasar por el objeto y allí es donde se degrada al plano de la necesidad”[21]
Esta destrucción tiene como
consecuencia en la transferencia al resistirse saber sobre el saber. Es
evidente su no querer saber sobre las formaciones de su inconsciente y su implicancia
en el síntoma. “como así también
resistencia decidida a avenirse a la asociación libre.”[22]
Haciendo evidente que la posición del analista ante la neurosis obsesiva no
puede ser la misma, o mejor, sus intervenciones van dirigidas a lugares
diferentes.
Creo que he podido rescatar puntos
cruciales a interrogar sobre el proceso diagnostico y su desvalorización,
anudarlo en su relación con la transferencia y el síntoma, en tanto que es la
forma como el analista se ubica en el campo trasferencial del paciente,
introduciéndose en la lógica del síntoma como mensaje, mensaje que se dirige
ahora al analista. De este modo las manifestaciones del síntoma podrán ser más
claras y con la posibilidad de su elaboración.
En este proceso se hace
necesario la intervención directa y activa del paciente, un trabajo como
analizante y una operación del analista. No en tiempos cronológicos sino en
tiempos lógicos.
Aunque me centre en su
relación con el síntoma, se hizo evidente que cuando se habla de diagnostico en
psicoanálisis se puede tener presente y en cuenta todo lo relacionado con el
dispositivo analítico y sus consecuencias sobre el sujeto, en la medida que el
diagnostico pasa sobre la posición del sujeto y su relación con el Otro, con el
deseo, su demanda, sus formas de gozar, hasta el atravesamiento de los tres
registros.
JULIAN CEBALLOS
julianceballosg@gmail.com
[1]
Miller, Jacques-Alain. Introducción al método psicoanalítico. (paidos, Buenos
Aires 2010). Pag. 30
[2]
Lombardi, Gabriel. Singular, particular, singular. Función del diagnostico en
psicoanálisis. (JVE ediciones Buenos Aires 2009) pag. 20
[3]
Ibíd.
[4]
Ibíd.
[5]
Ibíd.
[6]
Lacan, Jacques. Seminario 2, el yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica.
Paidos 2012 (1954-1955)Pag 52.
[7]
Ibíd. Pag. 21
[8]
Ibíd.
[9]
Ibíd.
[10]
Ibíd. Pag. 22
[11]
Ibíd. Pag. 50
[12]
Ibíd.
[13]
Lacan, Jacques. Seminario 12, problemas cruciales para el psicoanálisis. Clase
del 7 de abril de 1965. Inédito.
[14]
Lombardi, Gabriel. Singular, particular, singular. Función del diagnostico en
psicoanálisis. (JVE ediciones Buenos Aires 2009) pag. 77
[15]
Ibíd. Pag. 79
[16]
En consulta es usual advertir como el paciente puede hablar sin escuchar lo que
dice, donde la intervención del analista se hace necesaria: “te estás
escuchando”, o se hace evidente en sus escusas “no quise decir eso”.
[17]
Lombardi, Gabriel. Singular, particular, singular. Función del diagnostico en
psicoanálisis. (JVE ediciones Buenos Aires 2009) pag. 77
[18]
Ibíd. Pag. 80
[19]
Lombardi, Gabriel. Singular, particular, singular. Del diagnostico al sintoma
(JVE ediciones Buenos Aires 2009) pag.
90
[20]
Ibid.
[21]
Ibid.
[22]
Ibid. Pag. 91
Julian:
ResponderEliminarMe parece sumamente interesante tu elaboración. Probablemente es verdad, el diagnóstico puede o no jugar un papel de importancia en la cura y en el proceso de un análisis. Sin embargo, en lo personal creo que es de suma importancia, recordar que antes que un diagnóstico de una estructura u otra, los analistas siempre suponemos un sujeto en aquel que nos consulta. En éste sentido, a mi parecer, el diagnóstico pasa a un segundo plano ya que resulta más importante escuchar que hay destrás de esa demanda de análisis que nos llega. Creo que el diagnóstico nos sirve para hacer clínica, entendiendo clínica como la forma de intentar pensar algo de lo ocurrido en una sesión, un tiempo posterior al encuentro con nuestro analistante en donde el analista, solo o acompañado intentará plantearse algunos interrogantes de lo que ahí aconteció. Sin embargo hay que ser cuidadosos con el diagnóstico evitando en lo posible que éste s convierta en una forma de taponar la demanda y el decir del analistante. Que el diagnóstico no se presente como una traba para escuchar al sujeto que suponemos y mucho menos que se constituya en una etiqueta clasificatoria como ocurre en otras práctias de salud mental.