viernes, 3 de mayo de 2013

(re)PETICIÓN



“Nadie puede dudar de que las cosas recaen,
un señor se enferma y de golpe un miércoles recae
un lápiz en la mesa recae seguido
las mujeres, cómo recaen
teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer
pero lo mismo está sujeto
sobre todo porque recae sin conciencia
recae como si nunca antes”


(Fragmento extraído de 
“Me caigo y me levanto” 
Julio Cortázar)

 En el cuento aludido,  J. Cortázar  hará mención de aquello que nos ocurre en la vida, en donde  sin saberlo ni controlarlo,  repetimos los mismos actos, caemos en las mismas trampas en las que una vez habíamos caído, se recae sin conciencia, como si nunca antes se hubiera ya caído. 

 Esta  repetición que menciona Cortázar en su cuento, podríamos decir que es lo que Freud llamó neurosis de destino. Ese sesgo demoníaco que nos hace caer y re-caer en los laberintos que un día ya nos habían atrapado. ¿Porqué el ser humano es presa de ésta trampa? ¿Porqué volvemos a caer una y otra vez?




La repetición en tanto tal, no siempre es sufriente, ¿por algo será que repetimos?
Como en el vídeo, algo del deseo es mostrado en la repetición, algo del sujeto está puesto en juego y seguramente también algo de un poco de goce.

Un sujeto que ama y que solamente quiere volver al lugar de su amada, encontrando que no siempre es el mismo lugar al que se vuelve, probablemente espera construir algo nuevo con ese encuentro.  En éste sentido, la repetición también nos muestra la novedad, lo distinto pues entre una y otra cosa algo aparecerá que hará cambiar la inercia repetitiva.

 Cuando una mujer dice: ¡no entiendo porque siempre me consigo hombres que me engañan!
El engaño puede ser un factor en común entre los hombres que ella se consigue, ¡pero no son los mismos hombres! y probablemente no es engañada de la misma forma con las mismas amantes. 

En éste sentido al repetir, dar una vuelta más sobre el objeto,  siempre queda un resto, algo inhaprensible que separará una repetición de la otra y que hará que no sean la misma cosa. Y es ésto mismo lo que nos condenará a seguir repitiendo ese: pero no era eso. 

Ahora bien,  no es raro encontrar que las personas llegan a nuestro consultorios preguntándose por esa repetición que ahora les ha hecho signo de algún malestar. Como analistas, es mediante el manejo de la transferencia o el amor  (¡¿transamor!?) que podemos dar una vuelta nueva frente a la repetición. Lacan ya lo puntuaba: ¡La transferencia no es la repetición!

La transferencia  permite el despliegue de la repetición, la moviliza,  en tanto pone en juego la pulsión y sus modos de satisfacción paradójicos (el goce). Se ofrece como una forma de intervención frente a  esa neurosis de destino  que ha descrito J. Cortázar en su cuento, pues “la repetición verifica, reitera en cierto modo una especie de callejón sin salida propio de la estructura del sujeto, traducido, en el plano de los fenómenos, por un no es eso: el encuentro no se produce pero, para un sujeto, siempre fracasa de la misma manera” (Soler, 2010).

Cuando un paciente llega a sesión con la queja de aquello que le acontece y que le ha acontecido a lo largo de su vida preguntándose ¿por qué caigo siempre en la misma trampa? Es por medio del manejo de la transferencia que se podrá intentar hacer algo nuevo, algo distinto.El psicoanálisis no “curará” la repetición pues ésta se inscribe como necesaria en tanto obedece a la estructura misma del sujeto, sin embargo  puede cambiar algo de las inercias de la repetición y de esta forma se buscará que al menos, no haya tanto sufrimiento al respecto, apostando por el deseo, deseo que en esa misma repetición  se ha  desplegado.




Éste y otros temas han sido desplegados y discutidos a partir de los encuentros realizados los días jueves en ¡Un café con Lacan! En éste sentido, pretendo que el presente escrito solamente sea una  (re)PETICIÓN  al diálogo, a la discusión, a abrir interrogantes a leer y re-leer todas las veces que sea necesario, pues en cada una de las re-lecturas seguramente algo nuevo surgirá que nos permitirá, simplemente, continuar interrogándonos.  


Natalia Sladogna
natalia.sladogna@gmail.com





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